¡Buenas tardes! Acabamos la semana con las citas de Mariposas en tu estómago (Parte VIII) de Natalie Convers publicada el pasado martes por Click Ediciones.
Es un libro etiquetado como New Adult y Romántica pero lleno de mucho misterio, drama y muchos secretos por resolver. Si todavía no lo habéis leído podéis empezar por su primera parte de tres formas diferentes:
~ Parte I en digital
~ Partes I, II y III en digital
~ Partes I, II y III en papel
Si no escalas la montaña, jamás podrás disfrutar el paisaje.
(PABLO NERUDA)
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~ Partes I, II y III en digital
~ Partes I, II y III en papel
Si no escalas la montaña, jamás podrás disfrutar el paisaje.
(PABLO NERUDA)
El corazón me palpita más fuerte ante la expectativa de que pronto caerá una encomiable tormenta, y no puedo evitar contagiarme de ese despliegue de animosidad, porque a pesar de que los días de lluvia no siempre han gozado de buena reputación entre la gente de la ciudad, para mí hay una pequeña metáfora en las tormentas. Son señal de que algo importante va a ocurrir en cualquier momento, pero también de que algo está a punto de acabar.
(Beca)
La oscuridad acaricia mis últimos pensamientos.
(Beca)
El pañuelo que le protegía del humo sale volando entre ambos con un planeo lento y bello, semejante al de un cisne al aterrizar sobre el agua. En respuesta, una oleada de alivio inunda de tal modo todo mi ser que dejo de pensar.
(Beca)
De pronto, Alex me rodea con sus largos brazos y me estrecha fuerte. El gesto debe de durar solo un breve segundo, pero está tan lleno de sentimientos significativos que parece dilatarse toda una eternidad. Se trata de un abrazo del tipo que te impulsa a dar la desesperación y un amor más allá de lo que está bien o mal. Y durante ese instante me permito desprenderme de mi coraza contenida de emociones.
(Beca)
—Beca —me llama Alex en un tono duro, que, si bien no me despeja del todo, hace que vuelva con él un rato más. Un trapo húmedo resbala por mi cara. Alex me lo ata por encima de la nariz, y luego hace lo mismo consigo —. No voy a dejarte caer, Beca. No voy a perderte, pero tienes que aguantar —exige.
(Alex y Beca)
—Háblame —oigo que pide Alex.
—Tus cuadros… —consigo decir en medio de un ataque de tos con una voz débil que no me pertenece, cuando en un parpadeo veo otro de ellos reducirse a cenizas.
—Por mí… —empieza a hablar Alex como si le costara horrores hacerlo—, pueden decorar el infierno —suelta con una carcajada seguida de una fuerte tos que hace que nos detengamos unos instantes. No creo que sea del todo sincero, y le abrazo más fuerte, a pesar del dolor de mi pierna derecha.
—Hades… estará feliz —musito soñolienta en referencia al infierno y los cuadros. Eso hace que me gane otra carcajada y una nueva parada en el camino hasta que la tos de Alex se calma.
—No estará tan contento… cuando sepa que me llevo a Perséfone —dice con el tono bravucón de quien siempre se ha salido con la suya, y rueda conmigo a un lado para esquivar un objeto esférico y humeante que cae sin previo aviso sobre nosotros y que pasa junto a nuestros cuerpos de forma muy peligrosa. El incidente hace que debamos desviarnos en otra dirección—. ¿Ves? —bromea Alex.
(Alex y Beca)
Ha pasado una semana desde que nos trajeron a Rebeca y a mí aquí, como si fuera inevitable mantenerse por mucho tiempo lejos de esta peste enfermiza que se respira en todo el edificio. Y desde entonces, no he dejado de sentir un mal rollo extraño por todas partes, como si una sombra fantasmal se me hubiera subido a la espalda y cada uno de mis pasos fueran vigilados.
(Alex)
No pude evitarlo. Me volví loco como una fiera enjaulada, e hicieron falta hasta cinco hombres para separarnos, pero yo no podía soltarla. Era como tratar de desprenderme de una parte de mí, desgarrarme el pecho y arrancarme el corazón. No logré impedir que una emoción instintiva, casi ciega, para mantenerla a mi lado me dominara.
(Alex)
Aquel cuerpo pequeño había logrado salvarnos la vida a ambos.
(Alex)
Ni siquiera espero a que termine de hablar, pues ya he echado a correr como alma espoleada por el mismísimo diablo. Una corriente de energía me tensa los músculos y me convierto en un misil de destrucción masiva ante quien se me pone por delante. Nada ni nadie, ni siquiera el sedante preparado para tumbar a un elefante, podría impedirme ahora verla.
(Alex)
De pronto, como si unas fuerzas desconocidas se hubieran aliado para resaltar sus elegantes rasgos, un rayo de sol traspasa la ventana sutilmente abierta y le cae sobre la cabeza, lo que produce la sensación de que unas manos brillantes acarician con calidez sus facciones marcadas por la inevitable pérdida de peso de los últimos días.
(Alex)
Parece que el viento pudiera llevársela con la misma facilidad que una hoja caída de un árbol.
(Alex)
Ahora, su cara presenta la dureza de una mariposa que acaba de escapar de un tarro de cristal después de una dura batalla, y mucha menos de la dulzura risueña que siempre la acompaña. Es como si la traumática experiencia de lo que ha sucedido se hubiera contenido en aquellos dos puntos negros coreados por círculos de oro fundido. Y está preciosa.
(Alex)
La habitación celeste pasa a convertirse en una burbuja que nos aprisiona y nos aleja de cualquier distracción, semejante a un santuario que nadie puede profanar.
(Alex)
No puedo dejar de contemplarla embobado. Parece que hubiera pasado toda una eternidad hasta encontrarnos.
(Alex)
—Créeme, ahora estoy hambriento, y no me muero precisamente por hincarle el diente a un chuletón — confirmo con una pasión que se me escapa por los poros de la piel, y recreo un semblante reflexivo antes de continuar—. ¿Crees que si te como ahora me subirá el azúcar? —pregunto ya con mi voz más rota que la suya. Antes de que pueda responderme o detenerme, le robo un rápido beso—, porque estoy dispuesto a arriesgarme, Beca —susurro sobre su boca. Quiero que mi aliento le acaricie, aunque yo deje de tocarla.
(Alex)
—¡Eh, mi musa! Ya sabes que mi vida no es perfecta, pero tiene muchos momentos perfectos. Los que cuentan son cuando estoy contigo. Por eso —hago una pausa y le tomo con la otra mano la barbilla. No consigo resistirme a trazar con el pulgar una línea desde su mentón, donde aún queda un arañazo, antes de añadir—, nada de lo que digas hará que me separe de ti. Nunca, муза —digo pronunciando con gravedad la equivalencia de musa en ruso. La «s» suena como una «z» alargada y profunda. Rebeca cierra los ojos, pero la obligo a abrirlos de nuevo con un toque de los dedos sobre su barbilla—. Soy algo peor que tu sombra, porque puedes ocultarte de ella en la oscuridad, pero de mí no, ¿lo sabes?
(Alex)
—No me preguntes por qué te amo, mi musa, tendría que explicarte por qué respiro —respondo sin dudar.
(Alex)
La voz no me sale, y me parece sentir como si estuviera sentada sobre dos espadas lo suficientemente afiladas como para hacerme sangrar en cuanto trato de volverme hacia Alex, igual que la Sirenita de los cuentos de Hans Christian Andersen que vendió su voz a la bruja del mar por unas piernas humanas.
(Beca)
De pronto, me veo abrumada por una oleada de emociones muy desagradables: ira, temor, culpa y algo mucho más intenso. Y me enfurezco tanto por la sola idea de que haya una persona capaz de herir a mi familia siquiera un poco que un lacerante dolor me atraviesa la cabeza de arriba abajo, como si mil agujas me cayeran encima al mismo tiempo.
(Beca)
Odio con todo mi ser a ese hombre sin escrúpulos, y puesto que nunca he odiado a nadie de verdad, no puedo evitar hacerlo de una manera profunda por todo lo que nos ha hecho y porque no paro de preguntarme qué ocurrirá, qué nos hará.
(Beca)
—Sí, con mi hermano en tus manos de experto, estoy muy tranquila, Alex —me burlo, aunque por dentro estoy muy orgullosa de verlo emocionado por algo tan simple, lejos de la intensidad a la que está acostumbrado en el Florida Night o con su familia.
—Puedes estarlo, yo te encontré a ti —dice sin parpadear. Me hormiguean los labios por su mirada fija. La electricidad me recorre la piel donde me toca, y una embriagadora calidez me invade las venas—, y no me he arrepentido ni un solo día, Rebeca.
(Beca y Alex)
...Pero algo bueno saqué de eso —dice, y una sonrisa muy atractiva se dibuja en su rostro. Se apoya con naturalidad en un codo, de modo que roza con él mi hombro derecho, y con la mano libre enmarca la forma de mi mejilla izquierda. Aguanto la respiración—. Escuché tantas canciones que acabé amando la música. —Hace una pausa. Sus dedos recorren cada curva de mi cara—. Igual que ahora te amo a ti, Beca —declara en un susurro.
(Alex y Beca)
—Te quiero, Alex —digo muy seria a mi vez, y presiono un dedo en medio de sus labios cerrados. Siento que debo dejárselo muy claro en este momento—, y estoy feliz de que estemos vivos. Estoy muy feliz de poder compartir mis días contigo. Ambos sabemos lo poco perfectos que somos, pero de algún modo encajamos el uno con el otro en todos los huecos que nos hemos dejado sin cubrir. No quiero estar con ninguna persona que no sea tú.
(Beca)
—Quiero memorizar cada parte de tu cuerpo, Rebeca. Escuchar también todas tus canciones. Lo quiero todo de ti —dice, y acaricia la curva de mi oreja con el filo de los dientes. Aprisiona de forma muy erótica el lóbulo. Se me escapa un gemido ahogado—. Cada sonido de ti. Te necesito, Rebeca.
(Alex y Beca)
Tengo las mariposas del estómago a punto de escupir fuego como si fueran dragones.
(Beca)
—Supongo que la vida no es lo suficientemente larga como para que la gente madure… —comento reflexiva.
(Beca)
—Puedes dejar de preocuparte por mí, Beca. Imagino lo que estás pensando en estos momentos, y no voy a hacerme falsas ilusiones. Las oportunidades son como aquello que encuentras en una tienda de ropa, que cuando lo abandonas y luego vuelves, ya no está. Y la verdad es que Carlos me perdió en cuanto escogió a Jess, independientemente de los motivos. —Hace una pausa—. Si al final regresa a mí, tal vez le dé una nueva oportunidad, no lo sé, pero ya nada será igual. Y, por supuesto, no voy a entrometerme en sus problemas ahora para salvarle el culo cuando me ha dejado hecha polvo. No voy a esperarlo más. Voy a vivir mi vida, Beca, y voy a dedicarme a disfrutarla cada minuto.
(Marta)
«¡Dios bendito, Beca! No te reconozco. Eres Hulk versión pedo con tetas. Te llamaré cuando se te haya pasado, ¿vale?»
(Marta)
...Lo mejor que nos puede ocurrir, cariño, es que cometamos errores, porque así aprendemos algo. No voy a permitir que de nuevo estropees tu futuro, y tampoco lo va a permitir tu padre. Debes volar, volar muy alto, cariño. Debes ser feliz y vivir tu propia vida.
(Madre de Beca)
Mis pulsaciones siguen el ritmo de la música. Alto, bajo, rápido, lento, y de nuevo el mismo ciclo hasta que no puedo oírla por más tiempo. Solo soy yo y mi corazón. El calor de mi cuerpo me sumerge en una neblina de sopor intranquila a pesar de la brisa que me da en la cara.
(Beca)
Siento cómo mi alma se desgarra en dos, al mismo tiempo que las lágrimas me mojan las mejillas igual que cuchillas afiladas.
(Beca)
—El dolor es solo la debilidad saliendo del cuerpo —cita Alex. Su voz ronca es una nana tranquilizadora, con erres rasposas y alargadas.
(Alex)
—Puedo soportar muchas cosas, como el hambre, el frío e incluso la pobreza…, pero hay tan solo una cosa que nunca voy a poder sobrellevar: que las personas que atesoro y que amo lo estén pasando mal mientras yo no puedo hacer nada. Ojalá hubiera sabido todo esto antes.
(Beca)
...Compartir tus preocupaciones hará que se dividan para ti, y yo me sentiré mucho más útil. —Lo dice de tal modo que no puedo contradecirlo de ninguna manera.
(Alex)
¿Qué os parecen? Mi favorita, sin duda, es la que está en cursiva. Alex tiene sus momentos tiernos, inolvidables :)
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